Practicar y Vivir la Fe
Muchas veces creemos que el primer concepto que da título a este escrito, te lleva automáticamente al segundo concepto dentro del mismo; desde mi experiencia puedo decir que ambos son indiscutiblemente necesarios para fortalecerse y coexistir, para que los creyentes podamos llevar una vida con esperanza y trascendencia espiritual. Una vida más allá de lo terrenal.
Pero nuestra naturaleza humana, imperfecta e impaciente, nos lleva a pensar que con el hecho de rezar y pedir, Dios nos dará todo aquello que le pedimos, tal y cual se lo pedimos y muchas veces le exigimos. Pensamos que una intensa práctica de nuestra fe, será suficiente para enfrentar las constantes y muchas veces, aparentemente interminables dificultades de nuestra existencia terrenal.
Dios siempre nos escucha y nadie conoce nuestra naturaleza, nuestras flaquezas y nuestras necesidades terrenales mejor que Él. La oración y todos los sacramentos, son herramientas valiosísimas que nos acercan y nos mantienen con Él. Nos recuerdan que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin de nuestra vida terrenal e incluso “hasta el final de los tiempos”.
Pero debemos aceptar que la vida no es a la carta y los caminos de Dios son misteriosos y perfectos para cada uno de nosotros. Pero su misterio a veces nos sacude y nuestra naturaleza humana, nubla nuestra perspectiva y puede lograr que nos olvidemos de Él en los momentos más duros que pasamos. Un ejemplo sencillo de lo anterior sería el siguiente:
Pedí ser fuerte y Dios me dio dificultades para fortalecerme.
Pedí ser sabio y Dios me dio problemas para resolver.
Pedí ser valiente y Dios me dio peligros para superar.
Pedí amor y Dios me dio personas problemáticas para ayudar.
Mis oraciones fueron escuchadas.
Cuando los vientos de nuestra vida son a favor, solemos sonreír y decir “Los caminos de Dios y sus tiempos son perfectos, Dios me ha escuchado”. Cuando los vientos de nuestra vida soplan contra nosotros y nublan el camino, en lugar de agarrarnos de Dios y agradecerle, como lo hicimos en los tiempos de vientos favorables; nos soltamos de Él y vamos a la deriva, con peligro de encallar cual barcos en medio de una tormenta.
Los caminos de la fe a lo largo de la vida humana, no son lineales ni estables, es en su inestabilidad donde Dios nos invita a buscarlo y a encontrarlo con más fuerza y dedicación. Nos regala momentos alegres, mismos que hay que disfrutar al máximo; más creo que la clave y lo que Él quiere de nosotros, es que aprendamos a vivir al máximo cada instante, sea luminoso u oscuro, alegre o triste, si aprendemos a agradecerle a Dios cada segundo de nuestra vida; estaremos más cerca de lograr la trascendencia de nuestra alma en la tierra y por tanto llegar a la vida Eterna.
Practicar y vivir la fe, son igualmente importantes para poder vivir nuestra vida terrenal de una forma trascendente, el entender que ambas cosas deben coexistir simultáneamente para vivir plenamente; nos ayuda a disfrutar las luces y las sombras de la vida por igual. De poco sirve practicar la fe sin vivirla y viceversa. Hay que entender que Dios nos escucha siempre, pero sus respuestas a nuestras peticiones, siempre llegan de la misma forma que son sus caminos y sus tiempos: Misteriosos y Perfectos.
De poco sirve practicar intensamente la fe, si a la hora de los golpes y las mareas altas de la vida, nos olvidamos de Dios y nos dejamos arrastrar por la oscuridad y la desesperanza. Por el contrario, es en esos momentos, cuando Dios más quiere sostenernos y que sepamos que Él está siempre de nuestro lado. Es en esos momentos, donde Él prueba nuestra fe.
Todo lo anterior puede ayudarnos a vivir una mejor y absolutamente trascendente vida terrenal. Hacer de Dios nuestro mejor amigo, nos dará siempre la fe y la esperanza necesarias para vivir todos los días como si fueran el último día de nuestras vidas; más allá de sus vicisitudes.
AMÉN
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